Erik Flamini
Me presento: soy Erik Flamini, tengo 48 años, soy ingeniero mecánico de Rávena y, sobre todo, un apasionado del trail running y del ultratrail. Desde 2014 he abrazado esta disciplina como un estilo de vida, transformando el esfuerzo, la montaña y el movimiento en herramientas de descubrimiento personal. Año tras año, kilómetro tras kilómetro, he construido un camino que me ha llevado a competir en algunas de las pruebas más duras y fascinantes del mundo.
Vivir en una zona llana no facilita el entrenamiento en desnivel, pero a una hora en coche tengo la Vena del Gesso Romagnola, en la zona de Faenza, y el Parque de los Bosques Casentinos, con base en Bagno di Romagna, donde puedo entrenar. Aunque son recorridos del Apenino, con altitudes moderadas, ofrecen también tramos técnicos y pendientes “duras” que permiten un entrenamiento constante durante todo el año. Con la llegada del verano, crece el deseo de alta montaña y siempre busco ocasiones para participar en carreras o campamentos de trail en altura, a menudo entre los Dolomitas y el Valle de Aosta, que me ha conquistado por la majestuosidad de sus montañas.
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En estos años he participado en algunas de las carreras más exigentes del planeta. Entre todas destaca sin duda el Tor des Géants, una aventura épica de 330 km y más de 24.000 metros de desnivel positivo, a lo largo de los senderos de la Alta Vía 1 y 2 del Valle de Aosta. Participé por primera vez en 2022, sin lograr terminarla, una experiencia dura pero formativa. En 2023 regresé con aún más motivación y esta vez lo conseguí: completé la carrera y me convertí en “Gigante”, un reconocimiento que va más allá de la medalla, porque simboliza un viaje profundo, físico y mental. Este año volveré a participar en el TOR330, admitido como el último italiano repescado en la 16ª edición: ¡todo un golpe de suerte!
En 2024 cumplí otro sueño: correr el UTMB Mont-Blanc, una de las carreras más emblemáticas y codiciadas del mundo del trail, 170 km con 10.000 metros de desnivel alrededor del Mont Blanc, atravesando tres países (Francia, Italia y Suiza), en un ambiente donde el trail se vive con una pasión increíble. Una experiencia única, en una atmósfera irreal, donde el trail es más que un deporte: es cultura, es un estilo de vida. La energía que se respira allí es indescriptible: el aliento ensordecedor del público, el abrazo de Chamonix en la salida y en la meta, y la certeza de formar parte de algo grande.
En mi currículum deportivo también está la Lavaredo Ultra Trail, otra carrera de culto en el panorama italiano e internacional, con sus 120 km y 6.000 metros de desnivel positivo alrededor de las icónicas Tres Cimas de Lavaredo. Un recorrido espectacular, hecho aún más épico por el encanto de los Dolomitas y la variedad técnica del trazado.
Nunca olvidaré, además, mi primera Ultra real: la Vara Ultra Trail, disputada en España en 2019 en Caravaca de la Cruz. 75 km y 5.000 metros de desnivel positivo, mi primera vez fuera de Italia, el único italiano en la salida. Una experiencia que marcó mi entrada oficial en el mundo del ultratrail y que recuerdo con una emoción muy especial.
Lo que me impulsa cada día a entrenar, afrontar carreras extremas y compartir todo ello es el vínculo con la naturaleza y el deseo de compartir. Cada salida es un acto de libertad, cada sendero una oportunidad para escucharse, reconectarse, superarse. En el mundo del trail existe una hermandad silenciosa, hecha de miradas, pocas palabras llenas de comprensión, sonrisas arrancadas al esfuerzo y momentos compartidos incluso entre desconocidos. Es una empatía que nace de forma natural, en carrera o en las redes, en los momentos previos a la salida o tras cruzar la meta.
Por eso comparto con gusto mis experiencias, mis entrenamientos, mis esfuerzos, mis alegrías y mis sufrimientos: para transmitir la belleza de este deporte, para contar ese hilo invisible que nos une a todos, aunque vivamos a kilómetros de distancia: la pasión por los senderos, la conexión con la naturaleza, el deseo de superarse cada día un poco más. Me gusta pensar que las imágenes, los relatos, las sonrisas, e incluso el sufrimiento o las emociones vividas, puedan ser fuente de inspiración para alguien. Quizás para quien se está iniciando en el trail running, o para quien busca nuevos estímulos, motivación o simplemente algún consejo práctico. Si tan solo una persona, al leer o ver lo que vivo, encontrase la chispa para comenzar o la fuerza para seguir, entonces sentiría que he devuelto al menos una parte de lo que este deporte me ha dado. Me hace feliz y orgulloso pensar que mi experiencia puede ser útil para otros.
Cuando hablo del trail y del ultratrail, me gusta describirlos no solo como deportes, sino como auténticas experiencias interiores. Horas, a veces días enteros, pasados sobre las propias piernas, en el silencio de entornos salvajes, a menudo en solitario, inmersos en una naturaleza poderosa e indiferente. Durante estos largos viajes se atraviesan fases muy intensas, donde la euforia da paso al cansancio más duro, y el cansancio se transforma después en una nueva calma, en un estado mental profundo que tiene poco que ver con la competición y mucho con el alma. Se “muere” y se “renace” muchas veces, cíclicamente, tal y como sucede en la naturaleza. Es un continuo vaivén de cimas y bajadas emocionales, una ola que te arrastra y luego te devuelve, que te vacía y te regenera. Es como vivir el paso del atardecer a la noche más oscura y, luego, con asombro, presenciar la aparición de la primera luz del alba. Cada crisis, cada dolor muscular, cada duda, se convierte en parte del paisaje interior que se atraviesa, y cada nuevo comienzo es un pequeño renacimiento, a menudo más potente que el anterior. Nuestro cuerpo y, aún más, nuestra mente, poseen una extraordinaria capacidad de adaptación y recuperación, a menudo mucho más allá de lo que creemos posible. Es precisamente al ponernos a prueba, al participar en estas aventuras extremas, cuando aprendemos a conocer realmente esos límites… y a superarlos.
Todo atleta, tarde o temprano, se encuentra enfrentando momentos de gran dificultad: crisis físicas, mentales, emocionales. Son inevitables. Pero también son parte esencial del camino. Estas crisis no se afrontan con fuerza bruta, sino que se aceptan, se escuchan, se atraviesan con paciencia. Solo así pueden transformarse en oportunidades de crecimiento, conciencia y transformación. Resistir no significa solo apretar los dientes, sino también saber parar, respirar, recalibrar cada paso para poder volver a empezar con claridad y confianza.
Y es en estos momentos donde el trail running se revela por lo que realmente es: no solo un deporte de resistencia, sino una metáfora de la propia vida. El ultratrail es una filosofía vital: es resiliencia, es enfrentarse a los propios límites, es crecimiento personal, y en muchos aspectos se entrelaza con la vida cotidiana, donde lidiamos con problemas, estrés laboral y un ritmo frenético. Donde no solo cuentan los kilómetros recorridos o el desnivel superado, sino, sobre todo, lo que has aprendido en el camino, en quién te has convertido al alcanzar esa cima o al cruzar esa meta. Y en este flujo eterno uno se vuelve más fuerte, más consciente, más vivo.
Cuando me preguntan: “¿Pero por qué lo haces? ¿Por qué afrontas todo ese esfuerzo, esos kilómetros infinitos, las noches sin dormir, las subidas que parecen no acabar nunca?”, reconozco que nunca tengo una respuesta simple o definitiva. A menudo contesto con un sincero “No lo sé”, porque en realidad no hay una sola razón, y quizás ni siquiera una explicación lógica. Pero con el tiempo he comprendido que no siempre hace falta una respuesta racional, porque lo que me empuja a hacerlo se mueve en lo más profundo, dentro de mí, donde las palabras no llegan. Quizás lo hago porque cada vez que termino un entrenamiento extremo o cruzo la meta de una carrera durísima, siento que he atravesado algo único. No solo paisajes de ensueño o valles remotos, sino sobre todo partes de mí mismo que en la vida cotidiana permanecen escondidas, silenciosas.
No diría que todo esto me convierte en una persona “mejor”. Pero sí, me hace sentir más completo, más auténtico, más rico por dentro. Me enseña paciencia, respeto por la naturaleza y por mis propios límites, me recuerda lo poderosa que es la mente y cuánto es capaz el cuerpo de hacer cosas que jamás imaginé. Me enseña a estar en el presente, a escuchar el silencio, a apreciar la sencillez de una respiración profunda al llegar a la cima de una montaña.
Y quizás ahí está el sentido de todo esto: reencontrarse, cada vez un poco más, a través del esfuerzo, la belleza, el silencio y la conexión. Cada aventura es un viaje que deja huellas invisibles pero profundas, y que te devuelve algo que va mucho más allá del cronómetro o la clasificación.
Al final, quizás lo hago porque me hace sentir vivo. Auténtica, intensa, profundamente vivo.
Os dejo mis redes sociales donde comparto esta pasión:
- Instagram: flaminierik
- Facebook: Erik Flamini
- Canal YouTube: @erikflamini5599
- Historia real life: Erik Flamini, capítulo 11 del libro “Del Sofá al Trail” de Roberto Ferrua – Amazon Libros
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